El Varela Varelita, refugio de artistas

A María Luque le encanta dibujar en bares. «Cuando trabajo en una mesa de café (que son chiquitas), en las que tengo que estar esquivando las migas de las medialunas,  cuidando que no se me caiga el café con leche encima, y ,también, escuchando las conversaciones de los demás, o haciéndome amiga de los mozos, ese tipo de cosas me generan un estado mucho más propicio para dibujar», nos revela María. Cuando está en la Ciudad de Buenos Aires hay un bar que prefiere: el Varela Varelita. Es uno de los bares declarados notables en la Ciudad, ubicado en el barrio porteño de Palermo -más precisamente en Scalabrini Ortiz y Paraguay-, funciona desde la década del ’50.

María Luque en su mesa preferida de Varela Varelita.

El nombre del local no se debe, como muchos suponen, a la orquesta Varela Varelita, muy conocida entre los años 1940 y 1970. Su dueño original fue el gallego Manuel Varela, que tenía un hijo al que lo llamaban «Varelita», de ahí el verdadero origen del nombre de este bar, que logró mantener su esencia durante tantos años. Un bar en el que se siente un poco que el pasado está allí, con sus típicas mesas con tapas de fórmicas y un menú sencillo, cuya atmósfera supo convocar a literatos, artistas y políticos. Entre los mitos urbanos está el de que el Che Guevara, antes de ser el «Che», era su habitué, verdad o no, el bar aún hoy sigue siendo el refugio de cineastas, actores, productores, y por supuesto, dibujantes.

Javier Giménez comenzó trabajando en el bar como lavacopas y hoy es uno de los dueños, atiende las mesas y es el le pone el arte a los cafés. Sus simpáticas figuras con colores sobre la espuma ya son un sello del lugar; desde conejitos, hasta boquitas, como la que le hizo a María, por ser justo el día en que grabamos el del Internacional del beso.

A María la conocen todos, hace tiempo que eligió este bar como su lugar para dibujar, los clientes se le acercan, la saludan, miran lo que está pintando y le dicen: «Te quedó muy lindo», a lo que ella con una sonrisa responde: «¡Gracias, qué bueno que te guste!».

Si pasan por esa esquina de Palermo, entren, vale la pena detenerse en él y respirar la tradición que todo lo nuevo y cool no logró transformar. ¡Por suerte!

 

Susana Parejas

@susupare

Más historias creativas