Manteles de la abundancia by Constanza & Daniela

Y un día Constanza Martínez decidió irse a vivir al campo. Duggan fue el lugar indicado, un pintoresco pueblito a unos 15 kilómetros de San Antonio de Areco, donde no hay cajero, ni bares en las esquinas, y el celular tiene mala señal. Pero, el sonido de los pájaros acompaña durante todo el día, y todos los vecinos se saludan religiosamente. En Duggan la vida se vive en otra frecuencia. Lo pudimos comprobar cuando hacia allá fuimos a grabar unas escenas del documental dedicado a esta creativa diseñadora textil.

Sobre una calle arbolada, con veredas irregulares, está el restaurante Eberto, de Andrea Rochaix. Atravesar la puerta pintada de verde, es encontrarse con la atmósfera de un almacén de ramos generales, tal la función original de este bello espacio. Claro, que en este almacén ya no se vende de todo, sino que se comen exquisitos platos, en una ambientación encantadora. Y rodeado de tantos recuerdos, fotos viejas, platos antiguos, objetos que remiten al pasado.m Allí, sobre esas mesas redondas o cuadradas desplegamos los hermosos “Manteles de la abundancia”.

La mentoras de este proyecto sustentable son la propia Constanza, y su gran amiga Daniela Mariotti, de Huerta en puerta, una empresa en donde trabaja con todo lo que son cultivos agroecológicos, o sea la sustentabilidad aplicada a alimentos. “Como siempre nos gustó intercambiar experiencias,  ella pinta, surgió la idea de traer el campo a la ciudad, Huerta en puerta tiene ese concepto”, comenta Constanza.

Así, con todos los descartes textiles que quedaron de diferentes años en los talleres de serigrafía que da Constanza, telas que las alumnas dejaron, o desestimaron, empezaron a realizar estos manteles, usando la técnica del pachtword. Teresa Vuagniaux -costurera de Duggan- es la encargada de coser esta especie de caleidoscopios textiles. Pudimos ver varios diseñados, y en cada uno nos sorprendía un detalle. Ninguno es igual, obviamente. Y como ella dice: «Se puede crear con lo que hay, se puede valorar lo que alguien descartó».

Este emprendimiento de las dos amigas tiene que ver con el placer, y no desde lo taxativo de armar una marca, como afirma Constanza: “Yo tuve una tienda, empleados, estuve del lado comercial. Y te demanda mucho cuando uno quiere realizar un emprendimiento de estas características, y como que lo que menos terminás haciendo es el diseño, o poniendo la cabeza en el producto, sino en todo lo que está alrededor. Por, eso en un momento dije: “No quiero dedicarme a ese aspecto, me interesa seguir explorando en el otro aspecto, en el producto, en el desarrollo del servicio. Nos interesa buscar ese lado más romántico, no armar una empresa».

En cada uno de los manteles sueñan tantos diseños como pedacitos que los componen, y, seguramente, darán vida a cada mesa en que se posen. Vinimos enamorados de ellos.

 

Por Susana Parejas

@susupare

 

 

Más historias creativas